En estre trance de ideas que nos dividen, me fui a la Biblioteca Nacional, en busca de un texto que en el colegio me hicieron leer, de escudriñar y se convirtió en el preciso para compartirlo con ustedes. Su escritor, originario de las pampas olanchanas, de los hombres con machetes y de envidia de toda la vida de los amigos compañeros trabajadores hermanos Guanacos, Alfonso Guillén Zelaya, periodista y escritor, humanista por convicción nos dejó muchas letras que valen la pena repasar, una de ellas "La inconformidad del hombre", a continuación unos fragmentos...
Es condición del hombre que llega a la madurez hacer la revisión de su vida para ver en la trayectoria de su desarrollo el desfile de sus aciertos y de sus errores e imaginar, al mismo tiempo, frente al balance obtenido, ese otro desfile de lo que pudo ser, si hubiese ensayado actividades distintas, orientadas a la conquista de metas diferentes.
Seguramente nos sentimos satisfechos de muchos de nuestros actos; aprobamos, sin arrepentimientos, algunos que la generalidad podría condenar o que infaliblemente condenaría; otros nos sonrojan o nos empequeñecen, varios nos son indiferentes pero el balance, aunque resulte favorable, no logra convencernos de que nada más ni mayor hubiésemos podido hacer. Siempre creemos que han existido en nosotros potencias creadoras que no supimos descubrir, explotar ni encauzar o que sólo conseguimos sorprender cuando ya nos faltaban el tiempo y las fuerzas requeridas para tornarlas fecundas.
También la humanidad revisa su trayectoria, también ella se entrega a contemplar el desfile real de su desarrollo, lo mismo que la función imaginativa de juzgar lo que pudo ser si hubiese caminado por otras rutas, libre de impulsos dispersos y de actitudes egoístas, hacia metas diferentes.
No somos incapaces y perezosos. Lo que nos falta son estímulos, horas propicias, cooperación y no inteligencia y voluntad de superarnos. Pero ya empezamos a horadar el sepulcro, ya entrevemos el alba y el día llegará en que el mundo nos verá caminando, unidos, y resueltos, hacia la conquista de nuestros derechos y aspiraciones.
Nuestra actitud, para ser fecunda, deber ser consciente y organizada. Pero hagamos una recapitulación de nuestras ideas y preguntémonos sino habría media de que la revisión individual y total que hace el hombre no fuese tan dramática, empleando los medios y la sabiduría que poseemos.
Es condición del hombre que llega a la madurez hacer la revisión de su vida para ver en la trayectoria de su desarrollo el desfile de sus aciertos y de sus errores e imaginar, al mismo tiempo, frente al balance obtenido, ese otro desfile de lo que pudo ser, si hubiese ensayado actividades distintas, orientadas a la conquista de metas diferentes.
Seguramente nos sentimos satisfechos de muchos de nuestros actos; aprobamos, sin arrepentimientos, algunos que la generalidad podría condenar o que infaliblemente condenaría; otros nos sonrojan o nos empequeñecen, varios nos son indiferentes pero el balance, aunque resulte favorable, no logra convencernos de que nada más ni mayor hubiésemos podido hacer. Siempre creemos que han existido en nosotros potencias creadoras que no supimos descubrir, explotar ni encauzar o que sólo conseguimos sorprender cuando ya nos faltaban el tiempo y las fuerzas requeridas para tornarlas fecundas.
También la humanidad revisa su trayectoria, también ella se entrega a contemplar el desfile real de su desarrollo, lo mismo que la función imaginativa de juzgar lo que pudo ser si hubiese caminado por otras rutas, libre de impulsos dispersos y de actitudes egoístas, hacia metas diferentes.
No somos incapaces y perezosos. Lo que nos falta son estímulos, horas propicias, cooperación y no inteligencia y voluntad de superarnos. Pero ya empezamos a horadar el sepulcro, ya entrevemos el alba y el día llegará en que el mundo nos verá caminando, unidos, y resueltos, hacia la conquista de nuestros derechos y aspiraciones.
Nuestra actitud, para ser fecunda, deber ser consciente y organizada. Pero hagamos una recapitulación de nuestras ideas y preguntémonos sino habría media de que la revisión individual y total que hace el hombre no fuese tan dramática, empleando los medios y la sabiduría que poseemos.
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